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6 de febrero de 2012

Tormento Post-adolescente, con olor a sangre y gloria

Alan Queipo, en Notodo, nos deleita con una crítica a la altura de la novela Fresy Cool (most ridiculous title ever?):

La verborrea completamente libre de prejuicios, presiones y premios de la nueva juventud literaria española (y casi global), criada, primero, en cyber cafés, y más tarde vía smartphones y abocada de lleno a la cultura social media está destruyendo, en parte (y menos mal), lo que conocíamos como narrativa clásica: plana, celosa de celebraciones y aplausos, muy enclaustrada en un formato prototípico del deber del escritor por desunir (supuestamente) lazos con una novo lírica que tiene mucho que decir. Antonio J. Rodríguez es, además de muchos otros calificativos, un señor literato de veinticuatro años, periodista y lirista licenciado, militante de la crítica y la traducción, lector ávido e intrépido y, sí, también mitad convergente de la supuesta parejita de moda indie literaria (ahora ya no tanto, pero cuando publicaron a cuatro manos Exhumación en la versión Alpha Minide Alpha Decay, sí) junto a Luna Miguel acaba de dar forma a su primer novela, Fresy Cool, una suerte de caos desde la resignación, la parodia, la autocrítica, la autobiografía maquillada, el surrealismo pop y la estética deconstructiva más allá de todo. La chavalada, que sólo quiere divertirse...

Y lo hace. Fresy Cool es una maravilla por donde lo mires. Un yogurt griego, un pisotón de Pepe, un beso deArnaldo André, una canción de Bonnie ‘Prince’ Billy, un vómito de Burroughs. Random House Mondadori está de parabienes por confirmar la evidencia: el hype temeroso que se fue fraguando a fuego lento desde que el blogger-escritor-metacrítico irrumpiera en la escena de nuevos talentos de la lírica española con el mentado Exhumación o sus primeros textos para medios, periódicos y revistas de la talla de El País, Público, Quimera o donde aquí estáis leyendo esta reseña (Notodo) es hoy pura realidad, crudeza, verdad y paliza. La partición no es sencilla. Fresy Cool simula ser una suerte de fábula narrativa en dos episodios, pero no.

El primero de ellos, pura labia del labrador literario que ha sufrido la incontinencia verbal y que encuentra en su primera oportunidad publicable una válvula de escape para vomitar a diestro y siniestro una lírica que lo conecta tanto con la reinvención del punk sociopático de Chuck Palahniuk como con la descontextualización casi proto-contracultural del Aullido de Allen Ginsberg, es una atmosférica descripción de lo que es o debería ser una especie de protagonista; de lo que es o debería ser el entorno a desgranar; o de lo que es o debería (o le gustaría que fuese) una suerte de historia existente detrás del misticismo críptico que intenta ocultar de soslayo aquel mausoleo de tinta periódica. El segundo de ellos, dividido en hasta siete sub-capítulos, continúa la línea ascendente continuando por caminos surrealistas pero procurando mantener cierta inercia creativa que nos entrega a un protagonista, Pleonasmo Chief (¿o deberíamos decir Antonio J. Rodríguez?), junto a su fiel escudera y compañera de estaciones, Lola Font (¿o deberíamos decir Luna Miguel?), viviendo una vida de excesos esnobistas, fiestas literarias, crisis creativas, odios sinceros, amares perecederos, sexo, drogas y libros de realismo sucio dispuestos a desmembrar al menos nocivo de los escritores. Una suerte de autocrítica a su propia biografía reciente: un filón para evadir el tormento del post-adolescente que se hizo mayor a trompicones y muy de golpe, y una perfecta manera de comenzar una carrera narrativa: auto-flagelándose. Huele a sangre y gloria lo de este jovencito
.



1 comentario:

Esti dijo...

Fresy cool? ¿No se llamaban así los helados del badulaque de Apu?