Blog abierto a TODO EL MUNDO. Si quieres enviar una crítica pedante vergonzosa que hayas encontrado, éstas son las instrucciones.

29 de febrero de 2012

La Margen Izquierda de los ochenta

La verdad es que la mayor parte de los artículos de JotDown podrían elegirse, pero hay detalles muy a resaltar.

http://www.jotdown.es/2012/02/gonzalo-vazquez-el-imbecil-digital/

El artículo, bueno, pero la fotico con foto en blanco y negro del intelectual filósofo contemplando la Gran Manzana con la siguiente leyenda no tiene precio:

"Para Gonzalo Vázquez (Barakaldo, 1973) el Bronx no es peor que la Margen Izquierda de los ochenta. Ni siquiera más negro. Tan sólo más fiel a su pasado. Y por esa misma infidelidad quiere aquí escapar al baloncesto, motivo por el que su nombre, su periodismo, es cosa de culto, dicen, en la red de redes. "


Eso sin contar con bellezas del estilo "Margen Izquierda de los ochenta". Ya sabemos que hay mapamundis de Bilbao, pero además de ser confusa la frase, puede que haya algún hispanohablante no español u otro despistado que no lo entienda. Parece como si los años ochenta tuviesen una enigmática margen izquierda. Lo del baloncesto no me he coscao. Lo del culto, esperemos al menos que sea satánico.

Enviado por: Supersantiego

16 de febrero de 2012

Las cosas de la era hipermoen-na

El texto entero, aquí:

Pero, sobre todo, me gustaría resaltar este párrafo:

"Y la cosa no se queda en Zack Snyder, tenemos la suerte de que el realizador es un hombre de su tiempo. Esto convierte al film en un verdadero producto-zeitgeist de la era hipermoderna. Una alegoría total hacia el nuevo (hiper)orden establecido por la sobreabundancia de contenidos, dónde la yuxtaposición frenética se erige como única manera de generar (sin)sentido, dónde el estribillo de una canción se está convirtiendo en lo más profundo que un cerebro es capaz de asimilar, y donde la poesía pura ya no viene en forma de versos inspirados, sino de la experiencia de ejecutar el combo perfecto en el momento cumbre de nuestro videojuego favorito."

Los comentarios también abundan de cosicas buenas, paréntesis molones y demás. En definitiva, que el genio de Snyder captura el inconsciente colectivo del pueblo, pero este pueblo no da más de sí y no reconoce la genialidad que tiene delante. Menos mal que ellos sí se han dado cuenta:

"La diferencia de éstas (y las que tú comentas) con la que nos ocupa es que en este caso las normas básicas para construir una buena película han sido despreciadas en favor de la (i)lógica posmoderna en su forma más pura, y eso es mucho más dificil de asimilar para la “opinión pública”.

Precisamente la música juega un papel importantísimo: todas regurgitaciones epatantes de mega-clásicos de la era pop. La película es como un pedazo de inconsciente colectivo puesto en celuloide… y con el tiempo será valorada en su justa medida."

ENVIADO POR: Supersantiego

6 de febrero de 2012

Tormento Post-adolescente, con olor a sangre y gloria

Alan Queipo, en Notodo, nos deleita con una crítica a la altura de la novela Fresy Cool (most ridiculous title ever?):

La verborrea completamente libre de prejuicios, presiones y premios de la nueva juventud literaria española (y casi global), criada, primero, en cyber cafés, y más tarde vía smartphones y abocada de lleno a la cultura social media está destruyendo, en parte (y menos mal), lo que conocíamos como narrativa clásica: plana, celosa de celebraciones y aplausos, muy enclaustrada en un formato prototípico del deber del escritor por desunir (supuestamente) lazos con una novo lírica que tiene mucho que decir. Antonio J. Rodríguez es, además de muchos otros calificativos, un señor literato de veinticuatro años, periodista y lirista licenciado, militante de la crítica y la traducción, lector ávido e intrépido y, sí, también mitad convergente de la supuesta parejita de moda indie literaria (ahora ya no tanto, pero cuando publicaron a cuatro manos Exhumación en la versión Alpha Minide Alpha Decay, sí) junto a Luna Miguel acaba de dar forma a su primer novela, Fresy Cool, una suerte de caos desde la resignación, la parodia, la autocrítica, la autobiografía maquillada, el surrealismo pop y la estética deconstructiva más allá de todo. La chavalada, que sólo quiere divertirse...

Y lo hace. Fresy Cool es una maravilla por donde lo mires. Un yogurt griego, un pisotón de Pepe, un beso deArnaldo André, una canción de Bonnie ‘Prince’ Billy, un vómito de Burroughs. Random House Mondadori está de parabienes por confirmar la evidencia: el hype temeroso que se fue fraguando a fuego lento desde que el blogger-escritor-metacrítico irrumpiera en la escena de nuevos talentos de la lírica española con el mentado Exhumación o sus primeros textos para medios, periódicos y revistas de la talla de El País, Público, Quimera o donde aquí estáis leyendo esta reseña (Notodo) es hoy pura realidad, crudeza, verdad y paliza. La partición no es sencilla. Fresy Cool simula ser una suerte de fábula narrativa en dos episodios, pero no.

El primero de ellos, pura labia del labrador literario que ha sufrido la incontinencia verbal y que encuentra en su primera oportunidad publicable una válvula de escape para vomitar a diestro y siniestro una lírica que lo conecta tanto con la reinvención del punk sociopático de Chuck Palahniuk como con la descontextualización casi proto-contracultural del Aullido de Allen Ginsberg, es una atmosférica descripción de lo que es o debería ser una especie de protagonista; de lo que es o debería ser el entorno a desgranar; o de lo que es o debería (o le gustaría que fuese) una suerte de historia existente detrás del misticismo críptico que intenta ocultar de soslayo aquel mausoleo de tinta periódica. El segundo de ellos, dividido en hasta siete sub-capítulos, continúa la línea ascendente continuando por caminos surrealistas pero procurando mantener cierta inercia creativa que nos entrega a un protagonista, Pleonasmo Chief (¿o deberíamos decir Antonio J. Rodríguez?), junto a su fiel escudera y compañera de estaciones, Lola Font (¿o deberíamos decir Luna Miguel?), viviendo una vida de excesos esnobistas, fiestas literarias, crisis creativas, odios sinceros, amares perecederos, sexo, drogas y libros de realismo sucio dispuestos a desmembrar al menos nocivo de los escritores. Una suerte de autocrítica a su propia biografía reciente: un filón para evadir el tormento del post-adolescente que se hizo mayor a trompicones y muy de golpe, y una perfecta manera de comenzar una carrera narrativa: auto-flagelándose. Huele a sangre y gloria lo de este jovencito
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